(*) Escribe: Eddy Ormeño Caycho.
Ver correr a los niños y adolescentes tras
una pelota y emocionarse con abrazos ante el gol logrado. Recordar la escena de
un grupo parroquial cansados pero satisfechos luego de celebrar la navidad del
niño en un barrio pobre. Me sorprende ver a casi niños correr con un grupo de
vándalos denominados pandilleros. Todavía recuerdo la vez que un grupo de
pesimistas padres, no terminaban de creer que sus hijos, se habían levantado a
las cinco de la mañana para la caminata de verano en el club de exploradores.
¿Qué hace que nos sintamos motivados para seguir al grupo?, ¿qué hace que unos
niños se levanten a las cinco de la mañana sin protestar para caminar en
grupo?, ¿qué hace que unos inocentes niños formen parte de una pandilla?,
simplemente es la fuerza de la manada.
El cerebro humano a lo largo de los años ha evolucionado desarrollando
habilidades y capacidades que se han puesto a prueba para solucionar los
problemas de la vida; hemos inventado y
creado tecnologías impensables, pero esa evolución y desarrollo ha dejado
intacto parte de nuestro primitivo cerebro llamado sistema límbico, el cerebro
del instinto, que fue vital para sobrevivir en un medioambiente hostil y
peligroso.
Nuestro
cerebro reptiliano fue apropiándose de nuevos aprendizajes producto de su propia
evolución, sin perder su esencia. Los reptiles evolucionaron en aves y
mamíferos y de ellos heredamos el aprendizaje de manada y su ley: todos nos
cuidamos. Mientras mas escasa era la comida, mas peligrosa era lo competencia,
por lo tanto era indispensable mantenerse en la manada.
La protección de la manada era necesaria para
que los animales sobrevivieran, era imposible hacerlo de manera solitaria debido
precisamente a esa escasez de los
recursos, pronosticándole un fracaso al cazador solitario. Vivir en manada era
para el individuo un seguro de vida; el paria o excluido estaba condenado a
morir de inanición o a ser devorado por otros animales.
La evolución no fue otra cosa que la perfección
de los instintos y la organización de los aprendizajes, para luego sistematizarlos
y dar el gran salto a la agricultura, control del fuego y distribución de
roles; sin embargo la manada siempre primó en las acciones.
La manada de hoy se viste de corto y
corre tras una pelota, los llamamos equipos de futbol o también son esos que
esperan la noche y salen de sus escondites para “defender su territorio”, los
llamamos pandilleros; la manada se reúne en ocasiones especiales y tienen en
común un mismo apellido, los llamamos familias. Las manadas se reúnen los fines
de semana para jugar fulbito o departir, los llamamos amigos.
Actualmente cuando un integrante de la
“manada” cae enfermo es visitado o buscan llamarlo por teléfono. Si un miembro
de la “manada” fallece lloran por él y luego lo visitan en el cementerio. Si un
miembro de la manada es visto decaído o desganado, es alentado y apoyado por los demás miembros.
Cuando una manada ataca a un individuo es posible que el individuo busque ayuda
en miembros de su manada y se creen las peleas propias de comportamientos
gregarios de los mamíferos.
Junto a la identidad de la manada se
formó el miedo de ser excluido de ella; en la manada los líderes están en el
centro y el resto en la periferia, mientras más lejos del líder se encuentren
existen mayores posibilidades de ser excluido; entonces el candidato a ser excluido
hace lo posible de mantenerse en la manada, mientras tanto el líder hace lo
posible para mantener su estatus y dominio. El líder y el candidato a ser
excluido juegan el mismo papel: “mantenerse” a toda costa, para ello hacen lo
que sea, arrastrando con ellos a los demás integrantes.
Ser miembro de una manada tiene un
sentido de pertenencia y existencia, cumple además un rol terapéutico debido a
que aviva sentimientos de alegría, emoción y participación.
Existen manadas con liderazgos negativos
donde sus miembros son conducidos a acciones reñidas contra la moral, las
buenas costumbres y actos socialmente sancionados, acciones que de manera
individual no realizarían, como es el caso de los miembros de las denominadas
pandillas urbanas.
Sin embargo hay casos de liderazgos
positivos donde la manada son conducidas a realizar acciones sociales,
educativas o culturales aceptadas por la sociedad y a su vez forman en valores
a sus integrantes para su desempeño individual, como es el caso de clubs
sociales, culturales, religiosos o similares.
Somos una sociedad evolucionada conformada
por hombres y mujeres con un sentido de pertenencia y existencia, con la
necesidad de una realización personal y social; con la necesidad innata de ser
miembro de una o varias manadas (es parte de nuestra historia primitiva), sin embargo a veces nos conducimos en
acciones individualistas que no permiten relacionarnos con nuestro entorno, pudiendo devenir con ellas posibles
problemas psicosomáticos difíciles
de diagnosticar, tratar y superar.
Por otra lado, existen casos donde los
padres desconociendo la importancia que es para sus hijos ser parte de “una
manada” (léase grupo social), luego de la escuela condenan a sus hijos a
“prisiones perpetuas” en sus hogares sin permitirles experimentar la necesidad
y satisfacción de pertenecer a una manada, donde aprenderá a relacionarse,
jugar y desarrollar habilidades sociales, elementos básicos para el éxito
futuro de las personas.
Así mismo está en manos de los padres
identificar “manadas” (léase clubs, grupos, etc) virtuosas, positivas y
formativas para el desarrollo de sus hijos, a donde deben asistir en la etapa
formativa, para que, luego en la etapa independiente, pueda tomar decisiones e
integrarse a una manada positiva.
Es responsabilidad de las instituciones
correspondientes, crear espacios no formales pero formativos a la vez, lo
suficientemente atractivos como para atraer a miembros y formar líderes positivos
que serán base de nuestras futuras manadas.
(*) Profesional de Ciencias Sociales y Educación.
Cuenta con estudios complementarios de Gestión Social, Conflictos
Socioambientales y Neurociencia. Actualmente se desempeña como asesor en temas
de Gestión Social e Interculturalidad en el Ministerio de Energía y Minas de
Perú. Director de Proyectos Sociales y Educativos de SOLIDARITAS PERÚ.